Cae sobre la noche el silencio inagotable
de las últimas voces perdidas…
están allí sus sables
reprimiendo el caminar de tu hermosa libertad…
las manos permanecen encogidas y atadas …
se enfrían , se enmudecen tus labios y en tu boca
se ahogan nuevamente los silencios
de esa tormenta que los vio despertar.
Ata las cintas y anuda las estacas de tu huerto,
vacía sobre el campo las mazorcas
que aún no han madurado
y deslúmbrate ya con los rosales
aún no deshojados,
intérnate en los bosques apartados
y escribe en cada árbol esa amarga desdicha
que en tu pecho quema y te sofoca.
Llegará la mañana
cuando puedas elevar la mirada hacia los cielos,
cuando extendida el alma sobre cada palabra
rebane los hilados que retienen el vuelo inevitable,…
llegará el esplendor recién nacido
y la brisa que pueda refrescarte
y te hallarás de nuevo pensativa y absorta
en aquella quietud invulnerable.
Para entonces…
ya la tierra mostrará sus brotes
y en la razón conciente de otra tarde,
caminarás erguida y deslumbrante,
disipando la niebla indescifrable…
a esa hora habrás nacido
en la cobija de un sol ardiente y nuevo,
entre el sol que se pierde y que se abre…
en la calma ancestral y en lo mutante.