Un día al despertar miraré a mi alrededor y comprobaré que todo se ha perdido. Llegará el amanecer, miraré hacia lo alto y, allí, en el espacio infinito de la nada misma, no encontraré el brillo de los astros.Ese día habrán desaparecido y una lluvia de estrellas comenzará a caer sobre mi. Llegará también el día en que el piar de las aves se haga silencioso y, en vez de melodiosos trinos, los oídos sólo escuchen el rugir estruendoso de montañas heridas. Descenderán por entre sus grietas los caudalosos ríos y las rocas vaciarán su lamento sobre los cuerpos dormidos. El fuego enrojecido de volcanes candentes corroerá la carne de mis huesos y mi alma descarnada volará sobre la multitud caída del valle.
En medio del valle, colocaré la bandera extendida sobre el suelo devastado, como simbolizando la conquista, el dominio, la victoria y, más allá, me detendré a esperar. Esperaré mientras predico en medio del desierto y seguiré allí, como profetizando el término de una era. Habré cumplido, sentiré la satisfacción de la labor realizada con esmero, aunque no vea llegar a nadie por ninguno de los cuatro costados.
Creo que no me cansaré,...¡ He esperado tanto y tanto tiempo en vano !...que ahora,...más cerca del final, me será más fácil tomar la desición. Aunque las puertas se cierren y los torrentes inunden el mar,siempre encontraré una salida que me conduzca hasta el final del laberinto...No desfalleceré ni decaeré,... sólo me impulsaré como una balsa en el mar, porque quiero volver a confiar.
