lunes, 7 de septiembre de 2009

CANSADA DE SOÑAR

Se me habían quedado enredados los sueños entre tanto cemento, se me habían dormido como se duerme todo cada vez que soñamos y, como tantas veces, me había despertado a media noche creyendo escuchar la música que me llegaba desde lejos.Las primeras luces del alba  habían aprendido a saludarme , a encontrarme despierta para invitarlas a mi ronda de juegos, a compartir conmigo una copa de vino añejo y un arrullo silencioso que ya no tenía destino. Ahora, como tantas madrugadas, habían intentado penetrar las paredes  de mi cuarto,taladrando con incesantes golpes cada pensamiento que me invadía pero,en medio de mi perplejo sociego, nada había logrado alterarme.
Recorrí con mi mirada cada grieta escondida entre la techumbre, busqué figuras inadvertidas entre los granos de marmolina que lo recubrían, casi como queriendo encontrar en ellos  los restos moribundos de esas estrellas que tanto me habían iluminado en otros días. Y así, cuajando en mis recuerdos las sensaciones inapelables de mi presente, me detuve en cada espacio que se aproximaba a mi, intentando rescatar las palabras sabias que alguna vez se habían pronunciado; palabras sabias que ya no me lo parecían,... voces torpes, confianzas traicionadas,planes  inconclusos lanzados al viento, interrupciones abruptas e inexplicables, sensaciones de culpa inadecuada,culpas ajenas incrustadas en mi carne como astillas, veloces juicios que no eran más que una pared construída para apartar las santas palabras de las malévolas acciones que me adosaban a la piel.
Entonces, la palabra se me hizo clara,la mirada  viajó en medio de tantos desvelos y, por un momento, se alojó en un recuerdo con sabor a presente.Le vi asomarse a mi ventana  como la primera vez, con timidez inconciente pero con el alma limpia de engaños, sólo que esta vez su voz ya no era la misma; cada silencio, cada  vacío contenía  la estela de la ausencia,...esa estela interminable que llevaba tras si una banda de cantores que no hacía más que burlarse de los sueños que ellos mismos habían ayudado a construír. Los miré con asombro, casi desconcertada, esperando una respuesta pero, en medio de sus irónicos cantos, la soledad se hizo presente lanzando carcajadas ensordesedoras. Había conseguido disuadir al viento y completar el cuadro de la distancia como ese personaje infaltable en toda comedia; se había establecido como la dueña de sus dominios hasta lograr derrumbar cada pilar de esa construcción que alguna vez me había parecido tan sólida. Entretanto, su otra gemela, la ausencia, se había apoderado de mi, abrazándome con la necesidad irreprochable de saciar la sed que consumía mi alma.
Fue en ese instante cuando las luces comenzaron a apagarse y una vez más la oscuridad inundó mi cuarto. Entonces me replegué, mordí mis labios como queriendo exprimir cada gota de sangre y aparté los recuerdos como se abandona todo lo que ya hemos vivido.