Palidece tu rostro entre mis manos,
con el ansia del fuego,
con la sangre inundándote el deseo
y aspirando la escarcha en que caminas.
Tu cuerpo palidece cuando aquieto tu cuello
y tus párpados caen en letargo profundo,
cuando en el torbellino del sopor te adormeces
y te abraza la calma de unos besos serenos.
Es entonces que nace la pasión en tus manos
y se escurren inquietas entre límites muertos
y se queman tus ansias y se aplaca tu fuego
en las brazas que cubren mi sutil pensamiento.
Palidez espectante, resplandores secretos
que se van transformando en furor y en deseo,
nos combaten la fuerza, nos quebrantan los miedos
y se aferran al ciclo del amor imperfecto.
Si lo dicen , por cierto,
si condenan el rayo con que logro alcanzarte
y si en ese intertanto tú te vas reprimiendo,.
me acostumbro a dejarte,...
me conformo en silencio,
aunque el alma por dentro no comprende los miedos.
Entonces te arrebato con furia tus intentos
de escapar, de pensar, de aveces contenerlo
y abrazando mi cuello volvemos a besarnos,
palideciendo en medio del profundo silencio.
Palidece tu rostro de nuevo entre mis manos,
y te encuentro, y te beso y nos queremos.